miércoles, 27 de abril de 2011

El agua y la roca: Historia y leyenda


Hemos hablado hasta ahora en el blog de muy distintos valores que se pueden destacar en el entorno que compone la cuenca del río Ebro en el inicio de su andadura por Cantabria: su riqueza natural, definida por el ecosistema de ribera y las masas forestales de especies autóctonas, que tapizan las laderas, dando cobijo a muy diversas especies faunísticas; su riqueza patrimonial, muy marcada por la presencia del románico, con numerosos elementos inventariados como Bienes de Interés Cultural; la conservación de vestigios que ilustran la expansión de un temprano desarrollo preindustrial, ligado a la fuerza de las aguas; la presencia de recursos interpretativos y rutas señalizadas para facilitar el conocimiento de este espacio desde la óptica de un turismo inteligente y respetuoso...


Pero a veces nos olvidamos del sustrato que ha permitido la instalación de todas esas otras capas que forman esta realidad de redes superpuestas. Y es justo destacar que, desde los relieves de la Sierra de Híjar y la Sierra del Cordel, hasta la salida del Ebro de Cantabria a través de los Cañones del Ebro, podemos ser testigos de una compleja historia geológica que define la morfología de este territorio. Por ejemplo, podemos admirarnos descubriendo las huellas del glaciarismo que se desarrollo en la zona de Alto Campoo hasta hace aproximadamente 10.000 años, patente en las formas de Cuenca-Gen, Cuenca Bucer, Cuenca Vítor y Hoyo Sacro, por poner un ejemplo.


Las cumbres de Campoo han sido objeto de admiración, como imponentes guardianes de la comarca, pero también de veneración mitológica. El Canto Trescoru, también conocido como Peña de Abiada, era un lugar donde, aparentemente, ya Estrabón recogía la costumbre de realizar augurios y adivinaciones por parte de sus antiguos pobladores, basándose en el vuelo de las aves.


Estas zonas de montaña no sólo dieron lugar a leyendas, sino que también fueron a su modo motor del desarrollo (mucho antes de que los deportes de invierno le dieran una nueva dimensión a ese concepto). Así, en Cuesta Labra (en la Sierra de Híjar, antes de llegar al Collado de Somahoz) existe un lugar que fue en tiempos una cantera, de la que se obtuvieron las piedras de molino que durante tantos años estuvieron girando sobre el grano, en el plácido valle.

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