viernes, 8 de abril de 2011

El Ebro habla a su paso por Horna


Hoy queremos dedicar un espacio en el blog a este texto que nos ha hecho llegar Mª del Mar Zubelzu, vecina de Bolmir y oriunda de Horna de Ebro. Ella ha querido poner voz a las aguas del Ebro a su paso por este espectacular enclave que, desde mediados del siglo XX, vio cambiada para siempre su fisonomía con la construcción del embalse.



A MI PASO POR HORNA DE EBRO


... Y me voy acercando a Horna de Ebro, es el primer pueblo que lleva mi nombre, después vendrán Aldea de Ebro, Bárcena de Ebro y tantos otros en mi camino hacia el mar Mediterráneo.


Dicen quienes la visitan que Horna es como un pueblo de postal de Navidad, sobre todo cuando está pintado por el manto blanco de la nieve, o cuando se refleja en mis aguas esa luna llena de los meses de otoño, o la de enero, la más bella y luminosa de todo el año, en este pantano que cambió la vida de tantas personas.


Pero no olvidéis cuando no era más que el río Ebro que discurría plácidamente por estas vegas. Que no se pierdan en la nebulosa de los recuerdos las vivencias de las últimas generaciones que crecieron a mi lado.


Para ir a Reinosa me cruzaban por el puente de la Lera, subían por el Matorral a Villfría hasta la carretera por la que continuaban andando.


En el buen tiempo se bañaban en las Cazuelas, dos remansos con cierta profundidad, solo los que sabían nadar osaban adentrarse en el agua.


El Badanchu, la Rinconada, el Pendio, los Salcedos, el arroyo El Cañal...


En mis aguas convivían nutrias, anguilas, bogas, truchas, cangrejos y unos peces chiquitines de color negro (cuentan que recién pescados los freían y eran un manjar, en aquellos tiempos todo tenía otro valor).


No solo pescaban para comer, también para llevarlo a Reinosa a vender.


Sigo mi curso acariciando las fértiles fincas de la Ojada o los Salcedos, y continúo hasta las Llaves donde desviaban una parte de mis aguas reteniéndolas en una pequeña presa para colaborar en los trabajos de La Ferrería, industria que estuvo instalada durante algunas décadas y a la que traían el hierro desde Bilbao con carros de vacas.


El puente La Rajola por el que se cruzaba al pueblo, un poco más abajo había una serrería con mucha actividad por la cantidad de árboles que había en mi ribera.


El Verón, dicen quienes la recuerdan que era la arboleda más bonita de cuantas hayan podido existir, donde se juntaba la juventud de los tres barrios, Sierra con su ermita de San Roque, Horna, cuyas patronas son Santa Justa y Santa Rufina, y Rebollar con su ermita de San Lorenzo, o para terminar lo que había sobrado de la comida el día de la rogativa a Montesclaros, siempre el segundo domingo de Mayo.


Hasta mí llegan las aguas del arroyo Las Cocinas, me acerco a la peña La Corva que ya es terreno de Arroyo, a Peña Mayor que es terreno de Medianedo.


He dejado atrás la casa de La Lavandera que fue destruida por el pantano con las casas que estaban en la ferrería.


Cuando os acerquéis a contemplarme desde el puente de Horna de Ebro, detened un poco el tiempo y escuchad los sonidos del silencio, quién sabe, a lo mejor son los ecos de aquellos niños jugando al pañuelo, a las barrenas, al escondite...

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