Finalmente, queremos dedicar el último artículo de la serie sobre ingenios hidráulicos a los molinos maquileros y fábricas de harina que jalonan el recorrido de nuestro río Ebro y sus afluentes. Desde el punto de vista de nuestro proyecto son elementos especialmente significativos; no sólo por la enorme densidad de ejemplos que hoy todavía encontramos (en diferentes grados de conservación), sino por la importancia social que tuvo esta actividad tradicional, prácticamente en cada rincón de la comarca. Y también por el atractivo que suponen estos elementos a ojos del visitante respetuoso, que ansía encontrar remansos de tranquilidad ocultos en nuestro territorio.
MOLINOS
La fuerza del agua se empleaba en este caso para mover los rodetes que transmitían el movimiento a las muelas, las piedras de molino (solera y volandera) que trituraban el grano. Algunos establecimientos contaban con dos muelas diferentes, según se tratase de harina destinada al consumo humano o a pienso para los animales, para evitar mezclar el sabor, y porque el grosor final era más basto en el caso del pienso.
La cantidad de molinos maquileros que encontramos en la cuenca del Ebro responde, por un lado, a condicionantes históricos: El Camino Real de las Harinas (con un trazado similar al de la actual N-611) fue construido en el S. XVIII. Conectaba Santander con Reinosa y Alar del Rey, ofreciendo una vía de tráfico para las mercancías desde Castilla hasta el puerto de Santander, donde embarcaban para su exportación a América, en especial en el caso del trigo, las harinas y la lana. Mantuvo su importancia hasta la construcción del ferrocarril, y mientras tanto, se convirtió en eje industrial para los establecimientos de producción de harina de Campoo.
Pero también otros factores locales hicieron que prácticamente en cada arroyo, casi en cada pueblo, se estableciesen uno o varios molinos. Con la introducción de nuevos cultivos, como el maíz, y la creciente importancia del cultivo de cereal en la zona sur de Cantabria, los molinos proliferaron para dar servicio a las explotaciones familiares: prácticamente en cada casa había un horno para hacer pan, producto básico en la economía de subsistencia. Muchos de estos molinos eran construidos sobre pequeños arroyos, cuyo caudal sólo les permitía funcionar unos meses al año. De la mayor parte no quedan ni siquiera vestigios. Más información aquí y aquí.
Hoy en día, los molinos que se mantienen en buenas condiciones, lo hacen gracias al esfuerzo de sus propietarios por rehabilitarlos, generalmente para dedicarlos a nuevos usos (los más frecuentes, vivienda y hostelería, aunque también se han reformado algunos para destinarlos a centros de interpretación para visitantes).
Os dejamos con una pequeña selección de imágenes de los molinos que todavía pueden encontrarse en este territorio; como suele decirse, no están todos los que son, pero son todos los que están. Para más detalle, tendréis que esperar a la publicación de nuestra Guía sobre el Ebro en Cantabria.
Molino de Antonio en Nestares
Molino de La Casona en Nestares
Molino de Cervatos
Molino de Rasgada
Molino de La Renegada entre Loma Somera y Aroco
Molino "La Fábrica" en Arcera
Reocín de los Molinos
Molinos del Río Polla
Molino de Ruijas
Molino de Villaescusa de Ebro
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