NO SÉ QUÉ COSA SENTÍ
El Ebro cruza los valles y el alma desde el pequeño murmullo donde asoma tras la roca, enmarcada en las hojas de los árboles ante la resbaladiza entrada de Fontibre...
Allí, ya se sabe grande pero en la misma humildad de su nacimiento aún se discute si esa es su cuna o tal vez el Híjar que discreto discurre más arriba en el Valle de Campoo.
Por eso tal vez, me inspira el Ebro, porque sale al paso desde lo humilde, capaz de recorrer media España, Ebro al que todos aportan siempre desde lo alto y él se deja hacer mientras salpica lo más profundo de nuestra orografía.
A sus pies me casé, lo visito en Castilla y en Navarra muchas veces al año, lo fotografío en Polientes y en sus aguas más de una vez me baño.
Lo veo desde las montañas que lo coronan, lo bebo en el embalse que nos sacia la sed.
Lo explico en mis clases...
Sus Valles, la Depresión, las Montañas que lo acogen, su desembocadura.
Es cierto que el Río genera vida por donde pasa, vida de cultivos, de cuadros, de poesía, vida de cintas azules en los mapas, vida de nombres, de conquistas, de pasado... y también mi vida.
He descendido en Rafting por sus aguas cuando alcanzaron hitos de capacidad cuando abrieron los embalses de saciados, he fotografiado en sus aguas el día que dije sí quiero, he veraneado en sus riberas y llevado a mis alumnos a su encuentro...
Hoy yo me abro al Ebro, este Ebro español que es la Banda honorífica de España en la cartografía, este Ebro que enriquece las uvas y hortalizas, el que bendice en sus trasvases los Frutales del Mediterráneo, el que de vez en cuando ruge en las ciudades desbordado de orgullo.
El que se hace grande y pequeño como el alma, el que se encoge o desparrama al antojo de las rocas... ese río que en Cantabria se transparenta intensamente Puro.
Cuando pasa el invierno el Ebro nos lo cuenta arrastrando las nieves en rugidos... y todo eso solo a través del agua, como decía Antonio Gala: Agua me daban a mí, me la bebí no se qué cosa sentí (...)
Junto al Ebro, teñido de amarillos en agosto, las montañas recuerdan todavía pequeños restos de nieve en algún rincón, junto al Ebro el olor de hierba seca y valle sediento, aspira en cada mirada una música de abejas y de mieles... y sobre las cabezas, caballos y vacas marronáceas aspiran su verano de libertad y, como yo dije a la otra parte de mi alma: ¿Lo ves? ¿Ves las Brañas? Así se desnuda el monte en la montaña...
Adivinando un espejo al fondo que es el río... que recoge historias a sus pies... historias como la mía, que a sus pies ha amado, a sus pies se casó, en sus fuentes ha tendido mil risas, tengo una foto de mis hijas arañando el cielo entre sus aguas...
El río que se ensancha y se adormece, que se calma y enfada, ligero o profundo, transparente y turbio siempre limpio... río de verdes y amarillos, de ciudad y campo, de cañones y valles, de viñedos y frutas de pie dulce y salado... El Ebro es la vida, sube y baja, se atesora, da vida, transcurre y canta, te recoge y te cubre o te lame los pies...
Y como Jorge Manrique decía: Va a parar a la mar... al Mar de los imperios pasados... allí se mezcla y difumina y tal vez una gota, una sola gota... la que un día me besó la piel a mí y los míos... se ha hecho mar y sabe a la sal de la vida.
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